lunes, 16 de enero de 2012

BAILADORES DE MÉRIDA

BAILADORES DE MÉRIDA
Manuel Martínez Acuña       
    Ante la naturaleza erizada de las cumbres y montañas merideñas, y, los portentos de la tierra generosa de Bailadores, pareciera revivirse -a la mirada acuciosa del visitante-, la presencia, el eco claro y trémulo del aborigen precolombino, que, danzando con sus clamores enfáticos de gran guerrero, hacía pensar al conquistador europeo que, jamás este nativo se postraría de rodillas frente a la exhibición avasalladora de la espada y el caballo. O que nunca lograría desbaratar o suavizar su gran arrojo, tras la fatiga o pavura del látigo y el crucifijo. Además de tantos otros elementos dados a la contemplación, que levanta el Ángel de esos bosques, como soplos de vida, como fragancia y música de sus fuentes, o, como tapices de verde madreselva.
    Hasta allá llegamos -encantados todos los del grupo familiar-, con aquellas alturas de imágenes fastuosas, de frescura sedante, de formas y colores, donde una fuerza interior llama al recogimiento y a una mejor interpretación del mundo y la vida. Donde se invita a buscar en la naturaleza, en la paz de la aldea, en las maravillas del campo, la senda por donde apartarse (siquiera un momento) de la guerra política, del tráfago, tribulación y violencia de la ciudad; en pos de la cual se asoma la malicia supina, el culto por la maldad, etc., con sus exorbitancias y endebleces.
    Bailadores es la capital del Municipio Rivas Dávila, con aproximadamente 5517 habitantes, y está situado a 1745 metros sobre el nivel del mar. Fue fundado el 14 de sept. de 1601, por el capitán Luis Martín Martín. Sus 7 aldeas y una parroquia, superan los 23.000 habitantes. Con una superficie de 183 kmts.2. En tiempos de la colonia, los españoles le dieron el nombre de Bailadores, debido a que los indígenas del lugar guerreaban con saltos rítmicos de un lado a otro. También se le conoce como “Aldea La Villa”, y cuenta con lugares tales como La Capellanía, su Parque Recreacional, “La Cascada India Carú”, el “Rincón de los Álvares”, como mirador turístico, La Lagunita, con su escuela teatral – agrícola “Anacarinarote”: o, entre otras atracciones y personajes, la casa de habitación del maestro Carlos Cruz Diez, quien ha dado a Bailadores una obra espiral cromática, ante su naturaleza deificada, y, como agradecimiento a la paz y tranquilidad que encuentra en la hondura de sus valles, y penachos de sus montañas.
    Su principal vía terrestre es la carretera trasandina. Siguiendo su curso, el viajero podrá disfrutar de espléndidos paisajes, pasar por cultivos multicolores, casas coloniales y sauces llorones, que pacientemente observan la faena diaria del labriego. Al margen derecho, Las Tapias, pueblo situado entre la pródiga esplendidez de un valle, con 686 habitantes aproximadamente, vigilado por la Cruz de la Misión y sus aguas termales. Y, en esa antesala de ensueños, es donde la quebrada Caricuena termina -con lento son de artesano-, humedeciendo la tierra de los agricultores.
    Le siguen Las Playitas con sus tierras fértiles, productoras de ajos, papas y zanahorias. Y, entre otros rubros, la ganadería de altura con su extraordinario rendimiento por unidad de producción. El pueblo de La Otra Banda, al margen izquierdo del río Zarzales, engalana gran parte del mercado nacional y el de exportación, con su manto extendido de fragantes rosas. También es enclave del chalet del cinetista Jesús Soto. Además de Bodoque, San Pablo y La Playa; cada cual con su miel de abejas, con el sabor de las moras parameras, y, el que menos, con el remilgo y la exquisitez del ponche crema de huevos de codorniz. Y, no se diga como corolario, la calidad humana de su gente.
    Bailadores de Mérida cumplió 410 años de su fundación, el 14 de septiembre de 2011.

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