lunes, 27 de junio de 2011

Boceto de Manuel Martínez Acuña delineado por el Pintor Paco Hung



BOCETO DE MANUEL MARTÍNEZ ACUÑA DELINEADO POR EL PINTOR PACO HUNG, DURANTE UNA TERTULIA LITERARIA EFECTUADA EN UN ELEGANTE RESTAURANTE DE MARACAIBO EL 8/9/95. OBSÉRVENSE LAS FIRMAS TESTIMONIALES DE HESNOR RIVERA, HUGO FIGUEROA BRETT, IVÁN DARÍO PARRA, MARTÍN AÑEZ, BRANDO ROSSI, ANGEL VELA,  ROJAS GALLARDO, GISELA NONES, ENTRE OTRAS FIRMAS MÁS, ESTAMPADAS EN EL ROSTRO, ANTEOJOS, OREJAS Y PELO DEL DIBUJO. ADEMÁS DE LA FIRMA-CRÉDITO DEL AUTOR.
COMO TODA LABOR DE CULTURA, EL ENCUENTRO FUE UNA INTERPRETACIÓN, EL  ESCLARECIMIENTO, O LA EXÉGESIS, DE LO QUE PARECIERAN SER LAS ARENAS Y LOS PECES DE ORO DE LA POESÍA, ENTRE LAS VOLUPTUOSIDADES DE LAS BELLAS ARTES. 
        MANUEL MARTÍNEZ ACUÑA

viernes, 10 de junio de 2011

EL SENTIDO DEL HUMOR -Manuel Martínez Acuña

El sentido del humor

Manuel Martínez Acuña
                     
      Resulta difícil pensar que sean sólo las cosas tomadas en serio, las únicas que abran la ventana a la notoriedad, o a una clara contemplación del mundo. Pues hay otras que, validas del pensamiento puro o de la gracia maliciosa, iluminan el camino hacia el florecimiento espiritual. Dispensan la dulzura de “El retablo de las maravillas” de Cervantes, por ejemplo. O las cavilaciones del “Transeúnte sonreído” de Nazoa.
La vida es así como es; continuamente andariega, caricaturesca, falsaria y, de innumerables vicisitudes. Pero de alguna manera llena de encantos, y, movida hacia los cambiantes matices del hedonismo, el vino, la poesía y el amor. Y, siempre con un balcón abierto para los que llegan con cuidado a remontarla. Para los que saben preocuparse más por un ideal, que por los halagos de los sentidos.
      Por eso no vale la pena sentirse entre dudas, inseguridades y remordimientos.
    Stephen Hawking, uno de los más brillantes físicos contemporáneos, de St. Albans, Londres, y quien padece desde 1963 la enfermedad de Lou Gehrig (o síndrome de las neuronas motores), a juzgar por sus amigos y discípulos, su sentido del humor es tan espontáneo y desenvuelto, que hasta llega a compartir en las aulas del MIT, los chistes verdes y el tecnohumor de los estudiantes.
        De esto cuenta Dennis Overbye, en “Corazones solitarios en el cosmos” que, en su segunda mañana en Cambridge, preguntó a Hawking, si él pensaba que luchar con su enfermedad le había hecho mejor persona y mejor físico. Sí, contestó con cierta gravedad. Cuando las expectativas de uno se reducen a cero –agregó- uno aprecia realmente lo que tiene. Y, aquí es bueno recordar que Hawking, quien es también uno de los que reconoce que la fama es una molestia para la salud del alma, ahora su cuerpo, a excepción de un dedo y su cabeza, está paralítico.  
      Esto llevó a Overbye a preguntarse continuamente, y, con cierta curiosidad científica, si la mente de Hawking se habría planteado  establecer alguna relación entre la muerte y los agujeros negros: Estrellas apagadas que Hawking ha descubierto. Esto, suponiendo que él mismo pudiera mirar su desaparición física, en igual forma que lo hacen esas estrellas.
Con todo, Overbye concluye afirmando que, sólo Hawking había podido romper el miedo psicológico que el mundo entero había experimentado con respecto al descubrimiento y anuncio de los agujeros negros, utilizando siempre su buen humor.
Haciendo de continuo chistes como el que sigue, cuando a ratos se entrometía la política en su conversación: “Yo soy un socialista de derechas”. Para luego añadir: “Fui partidario de Carter y también de Ford, pero  nunca de Nixon”.
Salidas estas que demuestran que, si no es necesario tomar tan en serio los descubrimientos y logros de la ciencia, menos aún lo tienen que ser las ambigüedades de la vida.
      Por lo visto, nada puede alejar tanto de la tristeza y de las contradicciones del mundo cotidiano, y de los horrores de la guerra, que el sentido del humor.
Nada como regresar al universo de los niños, del cual quizá aún conservemos algún juguete abandonado en el corazón de adultos.

domingo, 5 de junio de 2011

Voces y oídos - Manuel Martínez Acuña

Apuntes
Voces y oídos
Manuel Martínez Acuña

      El arte de embellecer la vida es, posiblemente, una de las cualidades superiores que han hecho del hombre un ser incomparable, el dueño de la tierra. Pero, por contraste, este no ha sido lo suficientemente apto como para estar en armonía con las cosas y los detalles más simples de su entorno, de donde en realidad proviene tal satisfacción; si se quiere por encima de las complicaciones de otras y tantas fuerzas en juego, contrarías al precepto del amor, al éxito y, a otros valores y manifestaciones del espíritu, como fuentes de felicidad. El desperdicio de estas cualidades significa para Freud... "secuelas de satisfacciones sustitutivas. Voces a las que nos resistimos a prestar oídos".
    
      Así el hombre, acosado de contradicciones como Hamlet, solo podría esperar entonces, de su constitución, representar una minoría de los que en realidad logran hallar esa pretendida felicidad, escapada de las represiones y del carácter exclusivo del amor. Más, esta función como tal, según Freud, tendría que ser sometida antes "a vastas e imprescindibles modificaciones psíquicas", en una relación de amor y cultura. De imperativos comunes.
 
      Desde luego, poco a poco lo lejano nos vuelve a lo real. Pues en el fondo no es otra cosa lo que buscamos todos. Pero instalar hábitos en libertad, no es nada fácil. Sobre todo cuando se trata de enjuiciamientos reflexivos y de nuestra comprensión de la realidad. Eso es. Sabemos que en broma se puede decir todo, hasta la verdad. Pero llegar al momento en que hay que detenerse a pensar si se puede o no embellecer la vida, escosa que depende mucho de uno mismo. De no sustraerse a la acción de los impulsos sentimentales, capaces de abrir el corazón y movernos a comprender que la felicidad en la relación no va ligada a la posesión de los objetos, ni a la exagerada exaltación de la propia personalidad, sino más bien está en la libertad de descubrir en ellos el equilibrio, la zona de comunicación entre el "yo" y el "tú" en el amor, en la amistad, en el enojo, la tormenta o la calma. Dejar sitio para las voces y oídos de los otros. Interesarse por los demás. Franquear barreras contra el aburrimiento agresivo del sentimiento de culpa. Que acaso lleve a un modo de vida y a un entorno cada vez mejor de la sociedad humana. Y, después de todo, poder advertir a tiempo que, la felicidad no se adquiere, se edifica.

viernes, 3 de junio de 2011

DEL OBJETO AL CONTENIDO - Manuel Martínez Acuña

Del objeto al contenido

Manuel Martínez Acuña 
                    
         Según considera Félix de Azúa, en su “Diccionario de las Artes”, no hay avatar humano cierto fuera de su inmediata coloración; sin que no haya pasado por el puente tendido entre el intelecto y la reflexión. Así, por ejemplo, cada vez que recibimos de la televisión, el cine o internet, el mensaje corporativo que la tecnología nos vende a domicilio a través de sus efectos audiovisuales, nos preguntamos siempre -en la más estricta intimidad-, qué cosa podemos hacer para conservar incólumes los principales valores éticos de nuestra cultura, frente a una opulenta escuela que pretende moralizar virtudes a la misma velocidad que las destruye.
         El poder que han acumulado estos medios de comunicación en los últimos veinte años, no es sino la constatación de un éxito rigurosamente convertido en salazón de la conciencia occidental, por no hablar de una nueva cultura general; cuya autoridad e influencia exageradas, tendrán que tipificarse algún día en la legislación venezolana, bajo una ley de contenidos -sobre todo en lo relativo al papel de la televisión-, ya que de lo contrario no habrá más moral pública ni más realidad política, que la sancionada por ellos.
         Pero el asunto no termina aquí. Hay que añadir un objeto más de cierto contenido freudiano, que, en muchos aspectos psicológicos, constituye el filamento perfecto para hacer cambiar el alma del pueblo, vaciar el contenido ideológico de cualquier conquista superior, o, confundir la capacidad intuitiva del venezolano. Lo cual no es otra cosa que ir en contra del esclarecimiento, la explicación o exégesis de la vida formativa. Ir en contra de lo que va teniendo lugar a partir de cada nueva idea, cada acción social, cada toque de arado, cada escuela abierta, fábrica, industria o cooperativa, permeados para el desarrollo; sin preguntarse siquiera por la gente del común o por el país. O, por todas aquellas operaciones sensibles que llegan a hacer grande a una nación, si se contraen a la esfera de la persona humana.
Otra de las paradojas que no dejan de ser un dispendio intelectual de los medios es, aquella en donde la televisión aparece como adalid de una reivindicación social, reclamando para sí –como si fuera uno de los pilares del periodismo-, territorios morales que no ocupa; olvidándose de haber nacido para prestar servicios públicos, para ser un testigo insobornable de su tiempo. Algo que, entre galerías de arte, bien pudiera representar un cuadro surrealista de Picasso, respecto de la antípoda que revela. Pues la imagen de espiritualidad nacional que antes irradiaba la televisión comercial, con su fuerza creativa, coherencia, didacticismo y credibilidad, hoy no llega a ser sino un objeto más en el mercado de los objetos rentables; sin resonar de sus confines ninguna voz airosa del pasado histórico. Sin un gramo de aplomo en la información.
         Vale decir entonces que, del objeto al contenido, hay un desierto poblado de televidentes enmudecidos y cansados por tanta ofensa a la inteligencia, ultraje a la moral, atropello a la verdad; o por cualquiera otra forma de humillación programada fuera de la decencia esencial, a la que todo ciudadano tiene derecho a aspirar.
Porque ya no hay ni ciegos ni sordos en la relación sociedad-medios, como para no poder escapar del modelo peregrino con el que cuanto narcisista, megalómano y criticastro, mentalmente enfermos, quiera adornarse con los colores de la bandera nacional.
         Una piedra es una piedra, hasta que no se descubra su lado bueno y su lado malo.