miércoles, 25 de enero de 2012

EL MUNDO DE HOY

Apuntes
Gerencia                                                                            Manuel Martínez Acuña
        El mundo de hoy, como se ve, está partiendo de impensados nuevos valores, de nuevas relaciones geopolíticas, y, de nuevos estilos de vida. Surgiendo de informaciones y tecnologías tan sofisticadas, que pareciera representar una forma paradójica de futuro. De poner en marcha una nueva y dramática civilización, exigida de clasificaciones, conceptos e ideas, completamente diferentes a lo conocido.
    Si esta apreciación es correcta, no dejarían de haber poderosas razones para pensar que, si se dejan de hacer los cambios necesarios sin la misma o suficiente rapidez conque se produce el fenómeno, sería casi imposible dar una respuesta coherente y eficaz, al menos, sobre el planteamiento.         
       Esto no significa desde luego, que no se tenga  bien digerida una buena visión de la naturaleza del problema. Por el contrario, significa creer, ante tan sensibles evidencias, que no son simples perspectivas. 
    Ahora bien; debido a que este obsesivo énfasis de la maximización, es un tren en marcha al que hay que subir irremediablemente, la vida misma es ya una empresa.
    Este es el mundo a partir del cual la palabra “GERENCIA” será una suerte que quede echada entre el pasado industrial y el futuro de una nueva civilización. Por lo que los nuevos sistemas multicolores que llegan del desenfreno tecnológico,  plantearán un nuevo reto a todas las viejas clases de ejecutivos, aún existentes.
    Éstos, a decir de Alvin Toffler (tal vez para significar los otros grandes cambios que se esperan), “tendrán que teclear sus propios borradores, y, mancharse las yemas de los dedos, del mismo modo que se resisten a ir a buscar sus propias tazas de café,”   
     La consecuencia es que, si no se comprende esto, es caer por ejemplo en los mismos fracasos empresariales ya conocidos. Es poner límites al progreso de este o aquel negocio.
    Es lo pequeño dentro de lo grande. Y pensar que, hay una palabra, antigua y moderna, heroica y mágica, con nombre propio hasta agora, que puede ser penetrada por cualquiera referencia de futuro: GERENCIA.

miércoles, 18 de enero de 2012

FIRMEZA DE UN CARÁCTER

A p u n t e s
Firmeza de un carácter
 Manuel Martínez Acuña
      Por lo que toca a su contenido, la vida de Mariano Parra León fue la expresión continua de la sinceridad, frente a los problemas sociales, juzgados a la luz de su prodigioso talento y de un escrupuloso rigor filosófico. Y, decimos esto, porque parte de ese episodio existencial nos tocó vivir muy de cerca durante los años treinta y cuarenta (para mi fortuna), cuando él solo era el párroco de Los Puertos. Y, ahora, en la oportunidad de estarse cumpliendo el XXII aniversario de su desaparición física, ocurrida en Maracaibo el 26 de enero de 1989.
      Fue así como; o en razón de llevar su nombre una parroquia del Municipio Jesús Enrique Lossada, del Estado Zulia, me tocó la suerte de ser elegido para decir el discurso de orden en el acto conmemorativo de su VIII aniversario de entonces, el cual estuvo presidido por su eminencia el Obispo Auxiliar de Maracaibo, Monseñor William Delgado, oficiante de la Santa Misa que precedió a dicho acto.
      Tres razones -dije- me han movido a estar aquí, esta mañana, y, a compartir este momento con ustedes. La primera razón es obvia. Se trata, precisamente, de quien idealizó la formación espiritual e intelectual de toda una generación de jóvenes y adolescentes, que logró reunir a su entorno; de la que afortunadamente yo formaba parte. Y, quien para su época, más que sacerdote, fue un docente de convicciones fuertemente adheridas a su vocación sacerdotal, y particularmente comprometido con su gente y con su pueblo; además de su iglesia.
    Las otras dos razones restantes, corresponden a la gentil invitación del ingeniero Mario Urdaneta, Alcalde del Municipio Jesús Enrique Lossada, y a la bonhomía de su Cronista, el señor Nerio Ramírez Pernía, para que ocupara esta tribuna en la ocasión de hacer memoria sobre su vida y su obra.
      Lo conocí de párroco en Los Puertos, como queda dicho, cuando aún me faltaban medios para fijar relaciones de causa a efecto entre las severidades adscritas a la existencia. De lo que ella representa en términos de conciencia y voluntad, trascendencia y espíritu, alegría y tristeza, crecimiento y muerte. Así vimos en su misión de claridad, y, entre sus amigos y adversarios, la figura esbelta de Mariano Parra León, de palabra caldeada y de excitante rebeldía idealista.
         Concurrían los años treinta. La filosofía, civilización e intereses de aquel tiempo, debieron provocar grandes conflictos en el espíritu adelantado de aquel sacerdote de veintidós años, cuyo temperamento no se contentaba con los catecismos elaborados a distancia, o ajenos a la idiosincrasia de su pueblo. Lo bastante, para no conceder nada a la realidad limitante, sin buscarle salidas.
      Así comienza a desdoblar en la parroquia los prejuicios de la época que, tempranamente le conducen a provocar sanciones envilecidas por la hipocresía dogmática, de los que creen que sus méritos provienen de una gracia divina que mora en ellos; sin imaginar siquiera que el valor personal se adquiere con esfuerzo propio.
    A afrontar a un Gobernador y a un cabildero de turno, tocados por el "genio" del poder, que simulaban ver menoscabada la "santidad" de la Casa Cural --que Mariano había cedido a manos llenas para que allí funcionara el Centro de Juventud Católica de Altagracia--, en un despliegue de mesas de juego para ajedrez, dama, dominó, ping pong, etc. Temerosos (los funcionarios), no del escándalo y del mal ejemplo murmurados con voces mal intencionadas, sino debido a que les contrariaba la educación que aquellos muchachos estaban recibiendo -aparte del entretenimiento-, ávidos de conocimientos.
    Aquel Centro enseñaba hábitos de lectura, técnica de la oratoria, fundamentos de gramática, escritura, etcétera. A cuyo efecto muda de su casa solariega, donde vivía, parte de su valiosa biblioteca, para acercarla a la potencia cognoscitiva del grupo juvenil, sorprendiendo a la misma noche con su tránsito de luces a cuestas.
         Con la elocuencia que le caracterizaba, anuncia novedades de singular persuasión, y conduce a sus discípulos a formarse ideales propios; en un esfuerzo del talento que, mejor sirva y enseñe al hombre a dominar las fuerzas intelectuales, las emociones desprovistas de contenido práctico, y las indecisiones, en pro de una actividad tonificante.
           Cruzar espacios nuevos fue siempre su originalidad. Pues, de aquella oscura Casa Cural, en donde llegó a funcionar entonces un dinámico círculo de estudios, y que de hecho era un taller de oratoria y redacción, salieron los impulsos necesarios que nos motivara a todos. La fuerza plástica, por ejemplo, de pintores como el gran Gabriel Bracho. Juristas como Eucario Romero Gutiérrez. Historiadores como Adolfo Romero Luengo. Educadores como Rafael Vega Paz. Médicos como Hugo Parra León y Manuel Isauro Rincón Martínez. Y otros tantos poetas, escritores, ensayistas y buenos ciudadanos, de lo que yo he dado en llamar una época de oro. Y es por eso, que, ninguno de esos muchachos, ha resultado ser en el tiempo, un cascarón vacío.
    Escritor y periodista, toca los términos de las circunstancias con decoro y brillantez, para que la historia juzgue o distinga el virtuoso del simulador; el arquetipo del caradura; el talento de la mediocridad.
        Como legislador, su palabra resuena y crece como un feliz accidente, a su paso por la Asamblea Legislativa del Estado Zulia; lo cual legitima -como muy pocas veces- una función del pueblo, y la pone por encima, ajena y superior, a la intención habitual de los políticos, que casi siempre dan un triste espectáculo en los arrebatos por el poder, y en los otros despropósitos de la cosmopolítica.
          Como orador, no conoce la temperancia del miedo; sofoca el clima de vulgaridad de los gobernantes, la falta de cultura que exhiben, y dice a los jóvenes que piensen en grande, que atesoren por culto un ideal; porque son la única primavera que no vuelve. Que difieran de la rutina, del éxito al contado, como lo apunta José Ingenieros en "El Hombre Mediocre". Porque las excelencias del triunfo son equivalentes siempre al esfuerzo que se les consagre.
          Así pudo pasar debajo de la torre de su Iglesia, sin temor de ser aplastado. Así lanzó a un grupo de muchachos a la circulación del mundo, por encima del nivel de lo inútil. Muchachos que abrían podido quedarse en un barranco cualquiera del camino, perdidos y sin rumbo fijo; ajenos a todo impulso vivo.
            Así se dio la firmeza de un carácter. La vida y obra de un hijo ilustre del Zulia, como lo fue la de Monseñor Mariano José Parra León, obispo de Cumaná.

lunes, 16 de enero de 2012

BAILADORES DE MÉRIDA

BAILADORES DE MÉRIDA
Manuel Martínez Acuña       
    Ante la naturaleza erizada de las cumbres y montañas merideñas, y, los portentos de la tierra generosa de Bailadores, pareciera revivirse -a la mirada acuciosa del visitante-, la presencia, el eco claro y trémulo del aborigen precolombino, que, danzando con sus clamores enfáticos de gran guerrero, hacía pensar al conquistador europeo que, jamás este nativo se postraría de rodillas frente a la exhibición avasalladora de la espada y el caballo. O que nunca lograría desbaratar o suavizar su gran arrojo, tras la fatiga o pavura del látigo y el crucifijo. Además de tantos otros elementos dados a la contemplación, que levanta el Ángel de esos bosques, como soplos de vida, como fragancia y música de sus fuentes, o, como tapices de verde madreselva.
    Hasta allá llegamos -encantados todos los del grupo familiar-, con aquellas alturas de imágenes fastuosas, de frescura sedante, de formas y colores, donde una fuerza interior llama al recogimiento y a una mejor interpretación del mundo y la vida. Donde se invita a buscar en la naturaleza, en la paz de la aldea, en las maravillas del campo, la senda por donde apartarse (siquiera un momento) de la guerra política, del tráfago, tribulación y violencia de la ciudad; en pos de la cual se asoma la malicia supina, el culto por la maldad, etc., con sus exorbitancias y endebleces.
    Bailadores es la capital del Municipio Rivas Dávila, con aproximadamente 5517 habitantes, y está situado a 1745 metros sobre el nivel del mar. Fue fundado el 14 de sept. de 1601, por el capitán Luis Martín Martín. Sus 7 aldeas y una parroquia, superan los 23.000 habitantes. Con una superficie de 183 kmts.2. En tiempos de la colonia, los españoles le dieron el nombre de Bailadores, debido a que los indígenas del lugar guerreaban con saltos rítmicos de un lado a otro. También se le conoce como “Aldea La Villa”, y cuenta con lugares tales como La Capellanía, su Parque Recreacional, “La Cascada India Carú”, el “Rincón de los Álvares”, como mirador turístico, La Lagunita, con su escuela teatral – agrícola “Anacarinarote”: o, entre otras atracciones y personajes, la casa de habitación del maestro Carlos Cruz Diez, quien ha dado a Bailadores una obra espiral cromática, ante su naturaleza deificada, y, como agradecimiento a la paz y tranquilidad que encuentra en la hondura de sus valles, y penachos de sus montañas.
    Su principal vía terrestre es la carretera trasandina. Siguiendo su curso, el viajero podrá disfrutar de espléndidos paisajes, pasar por cultivos multicolores, casas coloniales y sauces llorones, que pacientemente observan la faena diaria del labriego. Al margen derecho, Las Tapias, pueblo situado entre la pródiga esplendidez de un valle, con 686 habitantes aproximadamente, vigilado por la Cruz de la Misión y sus aguas termales. Y, en esa antesala de ensueños, es donde la quebrada Caricuena termina -con lento son de artesano-, humedeciendo la tierra de los agricultores.
    Le siguen Las Playitas con sus tierras fértiles, productoras de ajos, papas y zanahorias. Y, entre otros rubros, la ganadería de altura con su extraordinario rendimiento por unidad de producción. El pueblo de La Otra Banda, al margen izquierdo del río Zarzales, engalana gran parte del mercado nacional y el de exportación, con su manto extendido de fragantes rosas. También es enclave del chalet del cinetista Jesús Soto. Además de Bodoque, San Pablo y La Playa; cada cual con su miel de abejas, con el sabor de las moras parameras, y, el que menos, con el remilgo y la exquisitez del ponche crema de huevos de codorniz. Y, no se diga como corolario, la calidad humana de su gente.
    Bailadores de Mérida cumplió 410 años de su fundación, el 14 de septiembre de 2011.

miércoles, 11 de enero de 2012

MEMORIAS DE UN PUEBLO ILUSTRE   
Manuel Martínez Acuña
      Según un viejo dicho hispánico, sólo puede repasarse lo ya realizado, sabido, estudiado, o, escrito. Pero, ¿cómo poder identificar esas cosas sin fisonomía, que resultan de la particular expresión de los pueblos; o, cuando ciertos indicios se confunden con la impostura o la falsedad?
    Es la paradoja que ahora pretendemos desglosar aquí,  para acomodar a la situación actual, lo que hacia los años 30 todavía eran piezas del diario acontecer en Los Puertos, que entonces no pasaban de ser heroísmos románticos, inocentes idilios, aventuras ingenuas, o  elegías fugitivas. Hoy transformados en un novedoso estilo de vida surrealista, mucho más allá de lo que una vez fuera su otro mundo espiritual.
      Era en ese tiempo, un pueblo confiado y apacible,  donde los de mejor posición social, o los más leídos, se inspiraban sobremanera en el pensamiento filosófico de los griegos y en los valores y fundamentos de la doctrina cristiana impartidos por la iglesia católica romana.
    Prueba de ello es la curiosa circunstancia de que, los nombres de los hijos que llevaban los padres a las pilas bautismales, o a las prefecturas civiles, eran generalmente los dados a reponer apelativos griegos; tales como Atenógenes, Carpóforo, Cástulo, Euclides, Sócrates, Anaxágoras, Aspasia, Anastasia, Toribio, Diógenes, Eurípides, Ermágoras, Aquiles, Eufrosina, Eglantina, Osiris, Enoe, Erasmo, Hermágoras, Arquímedes, Hermógenes, Eugenia, Edecio,  Hipómenes, Arístides, Herminio, Hermilo, Isaura, entre muchos otros casos más.
    Particularidad ésta posiblemente vinculada al hecho, de que fuera el puerto de Maracaibo para la época, la principal entrada y salida de mercancías de trato o venta intercambiables (como café, cueros, cacao, libros, periódicos, revistas, enseres de imprenta, alumbrado, etc.), hacia y desde Europa; y, desde luego, constituida en factor de importante valía dentro del vasto campo de la cultura.
    Por lo que acompañado de otros atributos, a Los Puertos se le ha mirado, con mucha justicia, como Villa procera y levítica; por el elevado rango de sus personajes históricos, y, por ser cuna de ilustres sacerdotes, connotados maestros, célebres poetas, músicos brillantes, y, de artistas plásticos famosos, como el gran muralista, Gabriel Bracho.
    También se llegó a llamarse en sus primeros tiempos,  “EL PASO”, por ser la travesía obligada entre la cordillera de la costa y lo que después sería la ciudad de Maracaibo. Tanto que -según algunos historiadores-, fue por ese lado donde hizo su entrada el controvertido y cruel fundador de la metrópoli marabina, el Adelantado alemán Ambrosio Alfinger, un muy cuestionado 8 de septiembre de 1529.
    Bolívar, para iniciar entonces su recorrido por las áridas tierras de Falcón (Mene de Mauroa, Capatárida, Dabajuro, Borojó, Coro, La Vela, etc.), tuvo antes que pernoctar en Los Puertos de Altagracia, en 1826. Y, desde allí, con bestias y carretas, continuar hasta llegar a la localidad conocida como Casigua, donde fue recibido por el comandante militar del cantón de Casicure, capitán Pedro Rodríguez. Viaje que tuvo mucha relación con aquel movimiento subversivo de La Cosiata, que terminaría con la disolución de la Gran Colombia.
    Se dice que Bolívar en Mitare, volvió a hacer gala de sus galanterías y amor por la música, al proponerle a la dulce joven María Encarnación Sánchez, bailar con ella; a cuyo efecto le pidió al director de unos músicos que amenizaban el recibimiento (un muchacho de nombre José de las Nieves Lugo, de apenas unos dieciséis años de edad), que ejecutara por favor una pieza más movida y alegre, posiblemente una danza o contradanza, de las que tanto gustaba.
    Fiesta dada en su honor, en una casa ubicada al norte de la plaza de Bolívar de ese lugar, perteneciente en esa ocasión a doña Catalina Miquilena.
Igual se ha dicho; o muchos se han preguntado con cierta perplejidad, cómo es que la Villa de Altagracia, con toda su prestancia, no ha podido retener en su seno a sus mejores representantes, durante casi toda su existencia.
Entre los ejemplos más resaltantes tomados a partir del borrador que día a día hemos logrado conocer a través del tiempo y la investigación, podemos mencionar el caso migrante de José Antonio Chaves, destacado jurista, autor de la música del himno del Estado Zulia, fundador de la Banda Filarmónica de Altagracia; y, entre otras actividades docentes, rector de la Universidad del Zulia (1896-1897).
O el caso de José Escolástico Andrade, para sólo nombrar a dos; quien fuera Jefe militar al servicio de la lucha por la independencia de Venezuela, junto a Bolívar. Nacido en Los Puertos el 18 de enero de 1782, y fallecido en Maracaibo el 22 de agosto de 1876.
Y, no se diga de otros tantos, que igual se vieron obligados por las circunstancias, a dejar -aunque con historias diferentes-, a su patria chica, como ocurrió con el pintor Gabriel Bracho, nacido en Los Puertos el 25 de mayo de 1915, y sepultado en Caracas el 6 de marzo de1995. Cuya obra está llena de gran realismo, y enfatizada por pinceladas vigorosas y fuertes contrastes entre formas y colores.
Y, Mariano José Parra León, eximio Obispo de Cumaná; nacido en Los Puertos el 13 de agosto de 1911, y, fallecido en Maracaibo el 26 de enero de 1989, a consecuencia de un accidente de tránsito.
Y, para sumar solo uno más, citemos también al historiador y crítico de arte, Adolfo Romero Luengo, nacido en Los Puertos el día 9 de abril de 1916. Fue uno de los fundadores del Centro de Juventud Católica de Altagracia, editor de la Revista Avance, y, director del diario La Columna de Maracaibo; cuya muerte ocurrió en Caracas el día 22 de noviembre  de 1996.
Bajo este cortinaje de hechos históricos y cualidades épicas, Los Puertos viene de ser un pueblo de pensadores y poetas; con un universo de reminiscencias remotas y lejanas, de puertas de agua, aljibes, aguamaniles, aguaduchos y fachadas coloniales. Todo condensado en sus tres únicas calles de entonces: la calle de la playa, la del medio y la del monte. Y, su Iglesia Nuestra Señora de Altagracia.  
Esto por supuesto da lugar -aunque en términos más pragmáticos-, a no sólo creer que la importancia suma de Los Puertos y su gente, está cifrada en el plano intelectual y artístico únicamente, sino también en la contingencia que señala su rol épico.
Con elevada conciencia de esto, podemos hablar de hechos que hacen honor a sus valores históricos, en aras por ejemplo de aquella portentosa batalla naval librada en el Lago de Maracaibo, el 24 de julio de 1823. Acción decisiva ésta, que selló la independencia de Venezuela.
Asimismo podemos hablar de cómo la telegrafía regional tuvo allá tan relevante importancia, debido a que todos los mensajes dirigidos al resto del país desde Maracaibo, tenían que ser repetidos en la oficina de Los Puertos, a causa de lo insuficiente que resultaba el cable sub-lacustre, que unía las dos dependencias telegráficas de la época.
Por aquel tiempo en que nos tocó vivir allá, era jefe de la oficina de telégrafos, Héctor Leal Gutiérrez, nativo de ese suelo, amante de la poesía y de la música. Y, entre otros operadores, figuraba su sobrino Humberto Leal Paz. La oficina contaba con 6 telegrafistas, 2 guarda líneas y un repartidor de telegramas.
Queda pues -bajo muy diversas formas-, acudir a la memoria de lo que realmente ha sido la obra filológica de ese pueblo ilustre de Altagracia, de auténtica tradición cosmopolita.