martes, 27 de septiembre de 2011

EL RUISEÑOR Y LA ROSA - Manuel Martínez Acuña


“EL RUISEÑOR Y LA ROSA”

                                                                                                                            Manuel Martínez Acuña
                               
             Nunca leí algo así tan fascinante. Ni hubo una primera razón en la que el materialismo histórico pudiera tener tanta relación con la vida y los fenómenos sensibles del amor; como para que Oscar Wilde lo considerara -entre las complejidades culturales-, algo semejante a un espejo de plata y vidrio a la vez, en “El Ruiseñor y la Rosa.” En el cuento, el comportamiento humano se pone tan por encima de la naturaleza de las cosas que, aún después de ser sublimizado el amor por la muerte del ruiseñor, sólo queda una espina ensangrentada en la arboleda, y una rosa pisada en el camino.
         “Dijo ella (la hija del profesor) que bailaría conmigo si le llevaba unas rosas rojas.” Así comienza este conmovedor relato, moviéndose entre la sombra azul de la pasión y el infortunio de una desilusión. Lo que al final termina con un desplante inusitado, entre las sedas de un carrete.  
         Como nada de lo que se sabe de la naturaleza humana nos hace imaginar un cambio psicosomático importante, la única evolución que conocemos hasta hoy, es la encaminada al individualismo. Pero, como lo que es cierto para el Arte lo es también para la vida, veamos cómo Wilde revela su vitalidad artística una vez más, dándole biografía a una rosa y, personalidad a un ruiseñor, a través de un estudiante enamorado. Cuento que, como toda utopía, también tiene su germen de verdad.
         El mundo y la historia –se decía el joven- parecen ser el fruto de muchos errores juntos. Si no fuese así –continuó-, por qué entonces la felicidad puede depender de las cosas más insignificantes, en las que a menudo se funda. Por qué tengo que sentirme tan desdichado, sólo porque no hay una sola rosa roja en mi jardín, que cumpla con los deseos de mi adorada; que ha prometido bailar conmigo en la fiesta que dará el príncipe esta noche, si le llevo una rosa roja como prueba de amor. 
         El joven trata entonces de imponer su punto de vista subjetivo. Tendido sobre el césped, y, en voz alta y a solas como si estuviera ensayando el personaje de una obra dramática, exclama: “He leído todo cuanto han escrito los sabios, poseo todos los secretos de la Filosofía y, tengo que sentirme desdichado por falta de una rosa roja.” Con lo que llamó la atención de un ruiseñor que, posado entre las ramas de una encina, trasladaba sonidos musicales a ideas literarias, con su canto de luna amanecida.
         “He aquí por fin el verdadero enamorado -se dijo el ruiseñor-.” Y tomándose cierto grado de libertad de acción, recorrió uno a uno los jardines del principado, en busca de una rosa roja que hiciera progresar la relación del estudiante con su adorada. Pero, habiendo regresado al jardín del enamorado, sin éxito alguno, el jardín le sugiere apelar al valor del sacrificio sublimando el absurdo, con un acto de abnegación inspirado por el amor. Es decir, que  cantara y cantara sin descanso esa noche con su corazón pegado a una espina de la encina, hasta que ensanchado su pecho al extremo, la espina pudiera penetrar en su corazón; de cuya sangre nacería la rosa roja. Y, así, como dando forma intelectiva a sus instintos, el ruiseñor cantó y cantó y cantó, hasta que su canto exhaló su última partitura musical. Y de la muerte floreció la rosa.
         “Qué maravillosa obra de la suerte, exclamó” el estudiante, sin pensar en que el bien no puede fundarse en un dios suicida. Sin advertir que algo distinto de lo que se cree de la suerte, puede suceder en un mundo de ilusiones y de modelos sublimes, acaso inventados por el hombre. Y, con un gesto de orgulloso triunfo, se dispuso ir a casa de la hija del profesor, a llevarle la rosa. Pero, como la fidelidad es un fundamento problemático del amor, en el que todo varía según la consistencia de las motivaciones, esta vez la hermosa doncella recibió fríamente al flamante enamorado, con estas palabras: “Temo que esta rosa no case con mi vestido. Y además, el sobrino del chambelán me ha enviado varias joyas de verdad, y todos saben que las joyas cuestan más que las flores. No creo que tengáis tampoco hebillas de plata en los zapatos, como las del sobrino del chambelán”   
         Dominado por el desencanto, el estudiante sólo atinó a decirle: “a fe mía que sois una ingrata.” Y, ya de regreso a su habitación, murmuraba, “¡Qué tontería es el amor!; habla siempre de cosas que no sucederán. Voy a volver a la Filosofía, y al estudio de la Metafísica.”
         Así termina el cuento del ruiseñor y la rosa, lanzado como un patético mensaje hacia lo lejano o lo próximo, por Wilde, para que aquello que nos haya parecido surrealismo, pueda ser creído más tarde por quienes lo van a leer.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Antes y después de Diana.- Manuel Martínez Acuña

Antes y después de Diana 
         
                                                                                                                           Manuel Martínez Acuña

      A escasos días de haberse cumplido otro aniversario más de la muerte de la princesa Diana, queremos hacer memoria de aquella especie de adversidad general que produjo su inesperada desaparición física; y recordar al mismo tiempo lo que fueron su voluntad de vivir, sus amores paradojales desde su matrimonio con el príncipe de Gales (tardío rey de la Gran Bretaña), y, la búsqueda frustrada de su felicitad; todo contrastando con sus cualidades singulares puestas siempre de manifiesto a través del rechazo tácito a todo lo que la sociedad asume de manera inauténtica e hipócrita .
      Fue en Caracas, en una tertulia literaria que se realizaba en casa de nuestro inolvidable sobrino, el historiador Vinicio Romero Martínez y su esposa, la escritora Carmen Mercedes, en donde se habló del tema. Es decir, del oscuro accidente de Lady Di. Sirviendo desde luego como asunto o materia a tratar, el crudo y valiente testimonio; la atrevida u osada confesión de la princesa -profusamente divulgada-, sobre sus amores extramaritales. Lo cual hizo obvio, o casi inevitable, la siguiente intervención de Carmen Mercedes, como respuesta a la pregunta que al respecto le hiciéramos, sobre el alcance que tal hecho pudiera tener en el campo de la salud moral, si no se le llegara a atribuir carácter contrario a la virtud y a las buenas costumbres. Tío,  repuso de inmediato, y con la habitual prolijidad de su estilo, esto que sigue: Los grupos feministas del mundo, aún no han podido visualizar la importancia o trascendencia que tienen las palabras de la princesa Diana de Inglaterra, al declarar a voces que ella mantuvo relaciones extramaritales antes de separarse legalmente de su esposo, el príncipe Carlos, heredero de la corona.
      Hizo una breve pausa y, continuó: Desde el principio de los siglos; desde el momento mismo en que Eva probó la fruta prohibida, la mujer viene cargando con la marca del sexo. Una empapelada milenaria que, a pesar de todos los avances y cambios integracionistas alcanzados por la humanidad, no ha podido quitarse de encima.
Tanto es así que, por ejemplo, cuando se hace referencia del hombre que practica el sexo con diferentes mujeres, se le denomina promiscuo. Y, si además se trata de una figura importante de la política, entonces el calificativo se le suaviza decorosamente con la nota de relaciones impropias. Mientras que a la mujer se le endosa de plano la palabra prostituta, que por supuesto la convierte en una costra de la sociedad.
Y qué no decir también de los millares de mujeres en el mundo, que han sido enterradas vivas, apedreadas,  vejadas y martirizadas, simplemente por presumírseles el adulterio, a través de injustas e insidiosas aprensiones dogmáticas.
      Y, así fuimos las mujeres (continúa Carmen Mercedes), cargando a través de los siglos, con esas y otras muchas más discriminaciones a cuestas. Pero la del sexo ha sido la peor de todas. Dándose el caso de rechazarse, de forma pública y humillante, a la mujer que no llegase virgen al lecho nupcial.
No obstante; -y, porque no hay nada tan ilícito como tratar de empequeñecer o disminuir con manías y cegueras, la realidad-, ya para finales del siglo XIX o a principios del XX, salen al encuentro nuevos valores sociales. Nacen los movimientos feministas, que, en constante lucha contrapuesta a la retórica regida por las religiones, han ido deslastrando poco a poco la mala imagen de la mujer, descosiéndola de esos atavismos discriminatorios; como los que limitan por ejemplo el derecho al estudio, al trabajo o al voto femenino.
En fin, el derecho a un trato igualitario. El derecho a participar y compartir fuera del “eterno femenino”. Es decir, fuera del condicionamiento económico, social e histórico, al cual quedaba rígidamente sometida la mujer. O el de dejar de ser un ente pasivo, frente a esos dioses con rostro humano, que determinan fines y destinos de la sociedad, mediante la imposición a ultranza del matrimonio decorativo.
      Y, ya para finalizar, agrega -fijando relaciones de causa a efecto-, lo siguiente: Quiero dejar bien claro que, tal cosa no significa una abierta invitación a que las mujeres practiquen el adulterio. Muy por el contrario. Es sólo el santo y seña, la conjura y la oración, para encauzar una nueva y auténtica relación de pareja, basada en la dignidad y el respeto mutuo. Y para que la mujer no siga siendo un objeto perdido en la Edad Media.
      Tal fue la interpretación emotiva, genérica, doctrinal, de Carmen Mercedes Romero (con respecto al histórico y polémico mensaje dejado por Diana), originada en el familiar espacio de una tertulia caraqueña. Donde ni siquiera el jefe de la casa, pudo añadir reticencia masculina alguna.

martes, 20 de septiembre de 2011

Motivos Literarios - Manuel Martínez Acuña

Motivos Literarios

Manuel Martínez Acuña        
      Por largo tiempo, los críticos han librado grandes batallas en torno a lo que debe ser la escala de valores, desde donde se determine la perfección del estilo tanto como la perfección de las ideas, a partir del arte y sus manifestaciones. Controversia esta que, desde luego, llega hasta considerar el uso de algunas definiciones académicas modernas, incluso la didáctica, que, según el crítico francés, Alexandre Nicolás, no resuelven los ingentes problemas del subjetivismo estético, ni el de accidentes ficticios o imaginarios, que hay que tomar en cuenta a la hora de examinar en profundidad cada poema, cada cierta originalidad de forma, entusiasmo religioso, juego de conceptos, o, agudeza de ingenio, tanto en lo referente a sus rasgos permanentes, como a sus variedades históricas.
      Es así como en ese marco de relación -del que no escapa recordar la famosa controversia entre Sarmiento y Bello sobre crítica literaria, ocurrida en Chile en 1842-, “Motivos Literarios”, de Tito Balza Santaella, que hoy presentamos a nuestros lectores, vuelve precisamente la vista a este género artístico, desde cuyas páginas se enfoca la elegancia barroca de otros tiempos, hasta lo denominativo de la neológica versión de hoy; diseccionando -a medida de una bien conformada antología poética-, la imagen cromática, el trasiego metafórico, la forma lírica de la expresión, el culteranismo y la claridad de la acción creadora. Sostenedor como ha sido Balza Santaella, de los principios clásicos del lenguaje.
      La obra es una novedad de forma y expresión, por todo lo que de manera inusitada ofrece para ilustrar la crítica y enaltecer el preciosismo poético, así como la interpretación de la crónica, configuración de portada, documentación de estampas, grabados y dibujos, y por otros relatos históricos que describe, en contacto con el mundo contemporáneo. El libro reproduce, en una casi perfecta unidad de acción, buena parte de los incidentes literarios ocurridos desde el siglo XV, como el de “Las Serranillas”, del marqués de Santillana y “Vida retirada”, de  Fray Luis de Leon. Luego “Soledades”, de Antonio Machado, “La Casita Blanca”, de Cecilio Acosta, “Silva a la Agricultura...,” de Andrés Bello, “Regreso al Mar”, de Andrés Eloy Blanco, o “Silvia”, de Hesnor Rivera; entre otros poetas y escritores que conforman el todo de la selección.   
      “Motivos Literarios” consta de 287 páginas. La obra fue metodizada por TBS, Asesorías Educativas. Diseño y portada por Nubardo Coy, e impreso en Maracaibo por Ars Gráfica, S. A., en el mes de diciembre de 2001; con un tiraje de 2000 ejemplares. Su autor -a quien su conocida pasión por la gramática le es dominante-, hace desempeñar a la literatura un papel más triunfante y revelador, que de ordinario; e igual le abre, con independencia y originalidad crítica, nuevos tópicos y otros horizontes, a todo el material literario objeto de análisis en el libro.
      Y es muy significativo a este respecto, y, a buena hora, que un filólogo como Tito Balza Santaella, plasmador de muchos y múltiples textos formulados precisamente sobre la pureza del lenguaje, se sintiera hoy comprometido con el estudio de la crítica literaria. Empresa que hoy tiene tanto que ofrecer, propensa como está la manera de expresarse en música, en pintura y en poesía, a permitir modelos adocenados o, negligentes en el vocabulario, en los matices, temas, ritmos y sonidos; y, en el sentimiento.
      Así, pues, no sorprende encontrar en este libro (sin propósito didáctico alguno), el deseo de acoger una nueva expresión artística, un nuevo mundo de imaginación y de belleza, entre la nueva generación de libros que hoy se está configurando exitosamente en Venezuela.
                                          

Una Refexión: El ser más inevitable // Beatriz Socorro

Fecha: 02/09/2011 09:48:28 a.m.
Asunto: El ser más inevitable//
Buenos dìas Don Manuel : una reflexiòn , y un felìz fin de semana !

  Dice Kant que Dios es el ser más difícil de conocer pero también el más inevitable. Todos tenemos esa experiencia. Se agudiza cuando nos toca aceptar una derrota, sufrir una desgracia o padecer de una enfermedad.

El ateo más recalcitrante, cuando niega a Dios, tiene fe en que Dios no existe. Y además, no puede probarlo. Los derechos humanos, que la ONU reconoció en el año 1948, son una expresión del carácter sagrado de la persona. Cabe destacar que esos derechos no los decretó la ONU, los reconoció, que es bien distinto.

Desde Confucio hasta Homero la referencia a la Divinidad se ve como indispensable para dotar al hombre de inviolabilidad, y también de responsabilidad moral. Es lógico, pues, sin una instancia superior, común a todos, no podemos exigir que se nos respete, ni los demás tendrán un argumento para que nosotros les respetemos.

Sobre la tumba de Kant está escrita esta leyenda: Dos cosas hay en el mundo que me llenan de inspiración: el cielo estrellado fuera de mí, y el orden moral dentro de mí.
Dice Paul Johnson que el hombre es la criatura más inteligente, pero también la más soberbia. El hombre, como ser espiritual, necesita trascender, ir más allá de lo experimentable por los sentidos. Cuando se suprime la trascendencia, nos recluimos a la intrascendencia.

Decía Pascal que existen dos tipos de personas: las que aman a Dios de todo corazón porque le conocen, y las que le buscan de todo corazón porque no le conocen. También están los ateos prácticos: aquellos que creen en Dios, pero que viven como si no existiera. La fragilidad humana, el "defecto de fábrica" con que todos nacemos, nos hace caer en esa lamentable condición.

Los niños, que en su inocencia creen y defienden la fe que aprendieron de pequeños, tienen una gran intuición para defender la inviolabilidad de sus creencias.

Estaba un maestro atacando la fe de sus alumnos. Les decía que la historia de Jonás era un mito, pues era imposible que una persona cupiera dentro de una ballena. La niña argumentaba que eso estaba escrito en las Sagradas Escrituras, y que, por tanto, no podía ser falso.

El maestro, insistía en su postura. Hasta que la niña le dijo, con gran sentido común: -Mire, profesor, esto se arregla fácil. Cuando yo llegue al Cielo, se lo preguntaré directamente a Jonás y le aviso. A lo que el maestro respondió: -¿Y si Jonás está en el infierno? La niña, con esa chispa infantil propia de su edad, le repuso: -En ese caso, ¡le pregunta usted!

Una buena ocasión la Semana Santa para profundizar en un aspecto de la vida que no admite dilaciones: el sufrimiento. Lewis supone que Dios nos grita por medio de nuestros dolores.

Los usa como un megáfono para despertar a un mundo sordo. "Una mala persona -continúa- no siente la necesidad de corregirse mientras la vida le sonríe. En cambio el sufrimiento, destroza la ilusión de que todo está bien.

Es la única oportunidad que el hombre tiene de corregirse, porque quita el velo de la apariencia e implanta la bandera de la verdad dentro de la fortaleza del alma rebelde".


Fecha: 04/09/2011 11:30:17 a.m.
Asunto: Re: El ser más inevitable//
 
Hola Beatriz:  Muy buenas; excelentes las reflexiones que colocas sobre el pensamiento del filósofo alemán, Emmanuel Kant. Sin embargo, no tardó mucho en declarar al respecto Aristóteles y también Leibniz. que; la simple posibilidad de algo carece de vigor, si envuelve en sí misma una contradicción. Por supuesto, no podemos olvidar el hecho de que Kant destruyera una vez la imagen de Dios (al extremo de que su propio ayudante de cámara le incriminara, llorando, el delito de haberle matado su Dios), en su "CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA"; y, que más tarde, en su ancianidad o decrepitud, tratara de reivindicar esa imagen en su "CRÍTICA DE LA RAZÓN PRÁCTICA". De donde creo parten las aludidas reflexiones.
Y. así también, de igual manera, sucedió con el francés Arthur Rimbaud, que, después de llevar una vida disipada y de negar a Dios, a través de sus libros UNA TEMPORADA EN EL INFIERNO o "EL BARCO EBRIO", en su lecho de enfermo terminal, le rogó a su hermana le llamara un cura, para que le administrara la "extremaunción". 
Ahora bien; siendo el hombre, según Platón, de una naturaleza generalmente tornadiza, no pareciera tan fácil transitar entonces de una verdad a otra (por no decir, de la sala del espectáculo al interior de la fábula), sin caer en contradicción. 
Así y todo, mi muy apreciada Beatriz, tus temas siempre instruyen, nos ayudan a pensar. Quitan el rigor de la soledad, y, nos da la compañía de cuanto es noble. FELIZ FIN DE SEMANA.
PD. Me pareció tan interesante tu correo, que, con tu permiso, lo voy a publicar en mi blog.  
UN ABRAZO

viernes, 2 de septiembre de 2011

DEL ESCRITOR ZULIANO - Manuel Martínez Acuña

DEL ESCRITOR ZULIANO

Lo que pareciera estar más cerca del  escritor zuliano, y no lo está, es lo que se dice de su ilimitado apego porfiado y tenaz, al modo de ser y a las aspiraciones de su región; que si bien es una virtud que no anda fuera de su natural contexto, no siempre ha sido una metáfora exacta, ni un clisé típico.
Su pluma y su discurso (viéndolo bien a través de su trayectoria intelectual en ciencias, letras o arte), han estado siempre enmarcados, en el orden del tiempo, dentro de una actividad que se extiende a todo el orbe del conocimiento y del mundo físico, hasta la fantasía popular o ilusión de los sentidos. De ahí que el escritor zuliano ofrezca un caso casi análogo al cuadro de Las Meninas de Velázquez (con alusión al regionalismo), que, al mismo tiempo que pintaba un cuadro de reyes y cortesanos, mete su propio taller en el cuadro.
Mueva a reanimar las fiestas de las luces, la creatividad y el talento nacionales. Para reafirmar, mientras el tiempo avanza, que la verdad ha sido siempre belleza, y la belleza ha sido siempre verdad, como lo apunta Dennis Overbye, en “Corazones Solitarios en el Cosmos.” Y, significa, que hay una fuerza comprometida en la región, que está actuando siempre sobre ella, sobre su naturaleza; pero que mantiene inalterable el balance de sus expectativas.

   A través de su estilo, Maracaibo y el Zulia tienen su horizonte midiendo y volviendo a medir estrellas de su firmamento, y matizando la piel de su burbuja cultural forjada a la vera de su Teatro, de su Puente, sus Universidades, Museos, y de su gente. O, aclarando su cielo, cada vez más enrojecido de sol, de pueblo cultivado.

A todos estos desempeños, el Zulia ha tenido muchos y buenos escritores; partidarios no sólo de una concepción purista del lenguaje, sino además devotos del arte, la ciencia y las humanidades, como Jesús Semprúm, crítico literario y fundador del grupo “Los Mechudos”; Rafael María Baralt, escritor, poeta, historiador, y, soldado por la independencia de Venezuela; Francisco Ochoa, escritor y primer rector de la Universidad del Zulia; Jesús Enrique Lossada, protagonista de la apertura de la Universidad del Zulia; Marcial Hernández, autor de la expresión, “El Zulia entre la noche relampaguea”; Emiliano Hernández, poeta, periodista, novelista y cronista; Atenógenes Olivares, hijo, autor de “Siluetas Ilustres”; Eduardo López Rivas, fundador de la Imprenta Americana y El Zulia Ilustrado, Elías Sánchez Rubio, fundador del semanario “Ariel”; José Ramón Yépez, poeta y novelista; Ismael Urdaneta, el poeta legionario; Ildefonso Vásquez, el príncipe del soneto; Adolfo Romero Luengo, historiador y crítico de arte; Vinicio Romero Martínez, historiador y poeta; y, entre muchos otros más, Adalberto Toledo.
Todos, sin duda, supieron siempre, de buena tinta, unir a su actitud batalladora, a su manera de hablar y de pensar; o a la necesidad extrema de testimoniar el drama social de la época, a través de su preocupación espiritual por la verdad, por la cultura y las letras.

Fueron páginas educadoras de muchas generaciones. Por ellas se conocieron en casi todos los países de lengua española, lo mejor del pensamiento latinoamericano. Llegaron a deslizarse epifanías de enigmáticos dioses en poemas como por ejemplo los de Sánchez Rubio; o en elucubraciones esotéricas como las de Miguel Méndez Rubín.

Son muchos los motivos para pensar pues, que, a título de los escritores del Zulia, muchas de las utopías sembradas por ellos en la cuenta de la razón universal, se hicieron futuras realidades, pasando de lo posible a lo verdadero en los anales del quehacer histórico.


                                       Manuel Martínez Acuña