jueves, 21 de julio de 2011

BAJO EL CIELO DE PERIJÁ - Manuel Martínez Acuña

A p u n t e s

BAJO EL CIELO DE PERIJÁ

                                                Manuel Martínez Acuña

      En ese pie de monte sur-occidental del Lago de Maracaibo, ocupado en los primeros tiempos por los Pemones, raza indómita de Caribes y génesis étnica de Motilones, Macoitas, Yuppas, etc., fue fundada la Villa de Perijá; a partir de cuando el hombre europeo llegó a estas tierras de gracia con sus instrumentos de poder y sus rígidas normativas evangelizadoras. De allí empieza la obra de asentamiento cultural con la cual se dieron las muchas y obvias situaciones planteadas para bien o para mal con los aborígenes precolombinos, tales como el aspecto religioso, el culto a los muertos, su comportamiento social, forma de gobierno, usos y costumbres, y, una lógica completamente distinta a la propuesta por el hombre venido de otras civilizaciones. Así, bajo este albur, se emprendió la primera plantación de café y cacao. La introducción de ganado, el uso y abuso de esclavos, la macolla de paja; y, por supuesto,  las primeras “Materas”; entre flechas, curare, alambradas, “churuatas” aborígenes, y, las casas de bahareque al estilo peninsular. Lo que más tarde hizo que, para 1775, la población llegara a contar ya con 480 habitantes y unas 130 viviendas; y se comenzara entonces, con la casi sola ayuda de un “machetico socalador”, a obtener la leche de las primeras vacas para fabricar el queso, que terminó en llamarse queso de “matera”.   
      Así pues, de este modo, y, entre fracasos y éxitos, eurocentrismo obligado, piaches y misioneros, y, sin un modelo anterior del “homo economicus” a quien emular siquiera, nació la empresa y el desarrollo agropecuario en Perijá. Así se hicieron los primeros pioneros de la producción alimentaria de entonces. Y, de esa misma suerte, aunque un poco más tarde, siguieron otros y otros más como Edecio Martínez, en “Calle Larga”, Jesús Romero, en la hacienda “La flor de Mayo”, o Román Romero en “Santa Rosa”, o Grismaldo Rincón, en “La Concordia. Y, conocemos también, entre otros más recientes, a José Sacramento Socorro, en el “Guamito”, a Nectarito González en “Los Caobos”, o, a Wilmedes Socorro, en “La Vela”; a quien precisamente queremos referirnos hoy de una manera muy especial, recordando lo que fuera en un mes de diciembre, la celebración de sus bodas de oro matrimoniales, con su dinámica e invicta esposa Lesbia Romero.
      Por lo que con tal motivo, o para ponernos en relación inmediata con el jalón espiritual de esta celebración, digamos ante todo que, la humildad en Wílmedes Socorro es muy palpable y manifiesta. Lo conocemos bien de cerca y con propiedad. Y, lo decimos, porque a la entrada del Salón “Bolívar” del Hotel del Lago, en donde se luminizaba a todo esplendor la fiesta de esas bodas de oro, hizo poner en exhibición un carro de antigua data, casi igual al que hubo de acompañarle en la época difícil, de cuando  era un apuesto chofer de Las Veritas. Con lo que en seguida pensamos que se trataba de una de sus excentricidades favoritas, que nunca olvida entre sus amigos. Humildad ésta que no aparenta abandonar, no obstante ser hoy uno de los ganaderos más prósperos de Perijá; con una relación Capital/Producto -sin incluir capital tierra-, de más alto promedio de rendimiento.
      Para todos sus amigos fue una noche de reencuentro inolvidable. De reminiscencias y suerte de cosas gratas. A pesar de que nunca pudimos entrar a conversar en voz baja, sin gritar, o sin la servilleta escrita, por la acción continua de “Los Melódicos” y de dos Orquestas más, que no paraban de tocar. Cada nuevo chiste pasaba por las manos de Hermán Márquez, o de Numa Romero de la Vega, o de Víctor Hugo Márquez, Asisclo, o de Luis Felipe Méndez, o las nuestras. Otros chistes daban la vuelta entre Olga y la esposa de Víctor Hugo. Lo cierto fue que allí estuvo representada casi toda la familia perijanera.  Y, por supuesto, el producto, o código genético, del Quincuagésimo aniversario de la boda supraconstitucional: Luis Elías, Carmencita, José Ramón, Carola y José Alberto. Vale decir, uno, por cada diez años.
      ¡Cincuenta años y hacia otro milenio!. Así es de constante y aguantadora en el trabajo, la gente de Perijá.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor puede dejar su comentario...